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De algunos años a la fecha se ha hecho más conciencia sobre la cultura del reciclaje, es por eso que hoy es muy común que la gente reutilice envases de productos que usualmente consume. Tal vez tú mismo lo hayas hecho ya con botellas de agua, por ejemplo, rellenándolas más de una vez para volver a utilizarlas en distintas ocasiones.
Aunque podría parecer totalmente inofensivo y benéfico para el medio ambiente, la realidad es que tendríamos que pensarlo muy bien, ya que detrás de esa simple acción se esconden peligros que nos acechan y pocas veces se comentan.
A pesar de que el plástico por sí solo no es un problema, ya que las moléculas de polímero de las cuales están hechas son demasiado grandes para traspasar del material del envase al alimento, hay moléculas mucho más pequeñas que sí pueden pasar a la comida y ser peligrosas.
El Bisfenol A (BPA), por ejemplo, en algunas ocasiones se añade a la composición de las botellas de plástico para hacerlas más duras y transparentes, mientras que los ftalatos se agregan para hacer el plástico más blando y flexible. ¿Qué hay de dañino en ambos elementos? Pues se les ha relacionado con problemas endócrinos, entre otros. En Europa incluso, por precaución, está prohibido su uso en productos destinados a la lactancia.
También se ha demostrado que si el plástico se somete a temperaturas altas se multiplica la liberación de BPA. Es por eso que reutilizar botellas que contengan este elemento podría ser peligroso.
¿Sabías que beber un trago de una botella de plástico reutilizada y sin lavar por una semana es equivalente a lamer el inodoro? Sí, por más asqueroso que suene, incluso aunque intentes lavarlas, a menudo son difíciles de limpiar en su totalidad, provocando así un crecimiento bacteriano dañino para el organismo.
Relacionado con el tema anterior, muchas veces las botellas de plástico reutilizadas se dañan por el uso, generando grietas, a veces invisibles, por las cuales es mucho más fácil que se almacenen las bacterias.
Se cree que el BPA interfiere en las hormonas sexuales, también se sabe que puede interferir con el sistema endocrino de las glándulas. Hace algunos años incluso se realizó un estudio en el que se halló que más del 90% de los estadounidenses tenían residuos de BPA en la orina. A pesar de que muchas autoridades reguladoras de la salud no consideran al BPA un peligro mayor, ya que su liberación es en cantidades muy pequeñas, aún se continúan investigando las consecuencias y posibles soluciones para dejar de implementarlo en la elaboración de plásticos.
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